No tienes que renunciar a tu trabajo para vivir al máximo

Llámalo "Principio de Dilbert." La sensación de que tu trabajo no te aporta lo suficiente Si sabes de lo que estamos hablando, no estás solo.

Pista: tiene menos que ver con lo que haces que con cómo piensas

De hecho, al 28 de Septiembre, de todos los que han respondido a la encuesta global LA VIDA. AL MÁXIMO, acerca de vivir plenamente, alrededor del 12% a nivel mundial afirmó que el “Trabajo” es la barrera n° 1 que le impide vivir al máximo. Sólo el “Tiempo” (18%) y el “Dinero” (15%) se clasificaron por delante en la lista de factores que impiden sentirse completamente realizados.

Quizás el concepto provenga de la cultura pop o de los medios, pero en muchos círculos existe una creencia silenciosa de que para “tenerlo todo” se necesita una carrera fuera de lo común. El problema es que no todos encajamos en esta situación. No todos somos emprendedores o artistas o estamos a punto de renunciar a nuestro trabajo, vender todo lo que tenemos y viajar por el mundo.

Entonces, ¿cómo puede sentirse  la gente completamente realizada con un trabajo “tradicional?”

La psicoterapeuta de San Diego, Ruth Sucato, considera que no se trata necesariamente del trabajo que haces, sino de lo que aportas.

Afirma: “La respuesta real consiste en desarrollar el yo interno que hace que el yo externo sea más efectivo en todas las experiencias de vida que tengas."

Anna Dizon, auditora de una gran empresa de contabilidad, encuentra la pasión en el trabajo en el punto de intersección donde sus objetivos personales y los de la empresa convergen. Ella comenta que su trabajo satisface tanto su curiosidad innata como su amor por resolver problemas.

Dizon: “Lo que me gusta de mi trabajo es que puedo conocer a muchos clientes distintos de diferentes ciudades. Me siento realizada cuando puedo ayudar al cliente a identificar problemas y recomendar soluciones."

Dizon también se asegura de aprovechar las oportunidades que su empresa le ofrece, como la posibilidad de mudarse de Estados Unidos a Nueva Zelanda, donde vive actualmente.

Lo que nos lleva a otras de las afirmaciones de Sucato: Puedes apreciar tu trabajo por la comodidad y la estabilidad que te proporciona para disfrutar de otras cosas, como pintar, practicar excursionismo, estudiar alta cocina o quizás incluso escribir un clásico literario, como hicieron T.S. Eliot (banquero) o Franz Kafka (empleado de seguros).

De hecho, la cultura de oficina en sí misma ofrece la oportunidad de sentirse realizado, particularmente, en el ámbito de las relaciones sociales. Sucato: “La gente de las oficinas se reúne, juega softbol, hace amistades. Y conectarse con la gente es una de las claves para vivir al máximo."

Más aún, trabajar desde casa no siempre es la mejor opción para todos, como se podría imaginar.

“Toda mi vida había deseado no tener que ir a la oficina,” afirma la autora y revisora June Casagrande.

Trabajaba como periodista para un periódico, donde el salario era bajo y el trayecto a la oficina largo, cuando decidió trabajar por su cuenta.

Encontró algunos clientes como profesional independiente, escribía y editaba desde casa y publicó su primer  éxito en ventas, Grammar Snobs Are Great Big Meanies.

Un sueño hecho realidad, ¿verdad? No necesariamente.

A pesar de su éxito,  extrañaba la vida social y la disciplina que le proporcionaba su anterior oficina. “Había momentos” afirma Casagrande “en los que lavarme el pelo era el mayor logro del día."

Así que tres años después de independizarse, volvió a una oficina, trabajando medio tiempo como redactora editorial para Los Angeles Times. “Cuando trabajas en una profesión que elegiste, y estás con gente agradable, es muy bueno estar ahí."

Los otros dos días sigue trabajando desde casa, escribiendo una serie de éxitos literarios, entre los que se incluyen It Was the Best of Sentences, It Was the Worst of Sentences y The Best Punctuation Book, Period.

Verônica Merenge de São Paulo tenía el problema opuesto. Estaba lista para renunciar a su trabajo en publicidad cuando tuvo un momento de inspiración.

“Era bastante infeliz”, afirma Merenge, que vive en Brasil. “Y parte del problema era que sabía que podía hacerlo mejor. Necesitaba aprender y crecer, pero no podía encontrar una razón para motivarme."

Merenge había soñado durante mucho tiempo con estudiar cine, pero el dinero se lo impedía. En lugar de eso, se inscribió a un seminario de redacción de guiones y volvió a descubrir su amor por contar historias, y la publicidad.

Afirma: “De esto se trata este trabajo, de contar una historia.”

Aprender a ver su viejo trabajo con una nueva perspectiva ayudó a Merenge a sentirse realizada. Aunque estudiará cine en el futuro, Merenge decidió seguir con la publicidad y manifiesta que nunca ha sido tan feliz.

“Una vez que empecé a aprender sobre narrativa, forma y estructura”, afirma, “pude aplicarlo a mi trabajo. Aprender a contar una historia me ayudó a descubrir mi propia historia.”

MÁS LEÍDOS